lunes, 7 de diciembre de 2009

Grandes derrotas de Roma I: Carrhae

La avaricia del hombre llega a límites insospechados. El ansia de poder ciega, ensordece y enloquece a los más sabios y astutos generales que, más allá del dinero, sólo pueden ver más riquezas. Este es el caso del triunviro Marco Licinio Craso que, con un ejército de 40.000 hombres, no supo llevar a cabo su campaña de expansión hacia el este, más allá de Siria: el Imperio Parto.

Queriendo convertirse en el nuevo Alejandro Magno, Craso conduce a su ejército a la muerte. Hace caso omiso de los consejos de sus aliados, que le advierten del peligro de los partos, y conduce a su ejército a través de una gran llanura en el desierto, donde la sequedad y las altas temperaturas agotaban y desmoralizaban a las siete legiones que Craso traía consigo. Un terreno donde los arqueros a caballo partos podían moverse y maniobrar libremente y azotar con flechas a los romanos.

La Batalla
Cuando los exploradores informaron a Craso de que un ejército de caballería parto estaba cerca, el triunviro dispuso las tropas en cuadro, haciendo caso omiso de lo que decían sus generales, que le aconsejaban que formara a las tropas en una línea alargada, ocupando una mayor parte del terreno, ya que de esa forma no serían rodeados por la caballería. Su temor acabó volviéndose realidad.

Cuando la caballería parta fue divisada, el estruendo de sus tambores y la segadora luz que emitían sus armaduras atemorizaban a los disciplinados legionarios. Aproximadamente 9 mil arqueros montados y mil catafractos (caballería pesada totalmente forrada de armadura que cubría tanto al jinete como a su caballo) se acercaban a las filas romanas, pero se detenían. Los arqueros partos lanzaban andanadas de flechas, una tras otra, mientras renegaban del combate directo.

Marco Licinio Craso, ante la impotencia de ver cómo sus legionarios eran presa fácil del enemigo, envió un grupo de legionarios -entre los que se encontraba su hijo- a que atacaran a la caballería. Los partos, sin embargo, eludían el ataque y se retiraban, atacando con flechas a su vez. Una vez el grupo de legionarios estuvo lejos del grueso del ejército romano, los catafractos cargaron contra ellos, mientras la lluvia de flechas era incesante. Los arqueros contaban con un convoy de camellos, no muy lejos de la batalla, donde iban a repostar las flechas una vez se les agotaban.

La avanzadilla fue masacrada y la cabeza del hijo de Publio expuesta en una de las lanzas partas. Ante esta humillación, lo que quedaba del ejército romano -unos 20 mil soldados- se retiraron a la ciudad de Carrhae, aprovechando la costumbre parta de no luchar durante la noche.


En Carrhae, un guía de la zona se ofreció para guiarles de regreso a Siria, pero les conducía hacia el grueso del ejército parto. Cayo Casio Longino (uno de los futuros asesinos de César), junto con quinientos legionarios, desconfían de este guía infernal y regresan a Siria por su cuenta. Serán los únicos que consigan salvarse. El resto, se encuentra con el ejército parto comandados por el general Surena. Después de una prolongada lucha, Surena consigue engañar a Craso haciéndole creer que va a negociar con él y lo asesina.

La legión perdida
Sólo 10.000 soldados romanos sobrevivieron a la batalla y fueron tomados como prisioneros. Los partos, queriendo aprovechar el potencial militar de los prisioneros, los envían a defender la frontera de su imperio al noreste. A partir de este punto se mezcla la realidad con el mito.

Cuentan las crónicas chinas de la época que, en una campaña de los chinos en territorio huno, durante el asalto de la ciudad de Zhizhi (en la actual Uzbequistán), los defensores de la ciudad usaban una formación en forma de tortuga, similar a la de los romanos. La ciudad fue tomada y los prisioneros fueron enviados a defender una ciudad fronteriza china, en el desierto del Gobi.

Algunas investigadores afirman que es posible que los defensores de la ciudad de los hunos fueran parte de los 10 mil presos romanos en la batalla de Carrhae que, una vez destinados a defender la frontera parta, huyen hacia el noreste y llegan al imperio mongol, donde prestan su servicio militar y luchan contra los chinos, los cuales terminan haciéndolos prisioneros nuevamente.

A pesar de que sólo sean conjeturas, imaginad la destreza y habilidad de las legiones romanas para que, una vez habiendo prestado servicio a Roma, también las usaran los partos, los mongoles y los chinos; hasta tres imperios más se ven beneficiados de la disciplina de los legionarios: de la mejor unidad militar de la Antigüedad.

4 comentarios:

Juan Fco. Díaz Cuyás dijo...

Muy interesante, gracias.

Manuel Ramírez Sánchez dijo...

Excelente post. Ahora solo te falta escribir sobre la derrota del Bosque de Teutoburgo. Por cierto, hay una colección de libros que quizá conozcas, que te pueden venir muy bien: Men at Arms (Osprey). Y una revista divulgativa norteamericana que no sé si conoces: Ancient Warfare. En la biblioteca tienes varios libros especializados. Te recomiendo uno de un profesor de Arqueología de la UAM, Fernando Quesada Sanz.

Aridane M. dijo...

Gracias por las recomendaciones, las tendré en cuenta. Hacía tiempo que tenía ganas de escribir un post sobre la matanza en el Bosque de Teutoburgo, pero para ello aún tengo que buscar un poco más de información y no tengo mucho tiempo. Cuando el tiempo me lo permita me dedico a ello. Un saludo

Victor dijo...

Me gusta mucho, también te hago una sugerencia, la batalla de cannaes, donde anibal le hizo la envolvente a las legiones comandadas por terencio Varron