lunes, 7 de diciembre de 2009
Los Berserkers. 'Piel de oso'
Provenientes de las tierras nórdicas, los berserkers eran unos guerreros vikingos excepcionales. Semidesnudos, a veces sólo con una capa de piel de oso, se lanzaban a la batalla sedientos de sangre. Su objetivo era atemorizar al ejército enemigo y, qué decir, lo hacían bastante bien.
La verdad es que estos fanáticos de Odín, antes de luchar, se drogaban con setas alucinógenas, lo que hacía que no sintieran ningún dolor frente a las flechas y a las espadas enemigas y los volvía aún más locos y sanguinarios. Mordían sus escudos, desgarraban la poca ropa que llevaban encima y echaban espuma por la boca. Una auténtica locura.
No temían a la muerte. Incluso esta (su muerte), era un tanto peculiar. Se creía que estos guerreros, después de morir, iban al Valhalla. Sus cadáveres eran introducidos en barcas ardiendo y eran enviadas al mar y, si estos vikingos tenían mujer, ellas también acompañaban el cadáver en su viaje, clavándose una espada en el pecho. Esta era la cultura vikinga.
Grandes derrotas de Roma I: Carrhae
La avaricia del hombre llega a límites insospechados. El ansia de poder ciega, ensordece y enloquece a los más sabios y astutos generales que, más allá del dinero, sólo pueden ver más riquezas. Este es el caso del triunviro Marco Licinio Craso que, con un ejército de 40.000 hombres, no supo llevar a cabo su campaña de expansión hacia el este, más allá de Siria: el Imperio Parto.
Queriendo convertirse en el nuevo Alejandro Magno, Craso conduce a su ejército a la muerte. Hace caso omiso de los consejos de sus aliados, que le advierten del peligro de los partos, y conduce a su ejército a través de una gran llanura en el desierto, donde la sequedad y las altas temperaturas agotaban y desmoralizaban a las siete legiones que Craso traía consigo. Un terreno donde los arqueros a caballo partos podían moverse y maniobrar libremente y azotar con flechas a los romanos.
Marco Licinio Craso, ante la impotencia de ver cómo sus legionarios eran presa fácil del enemigo, envió un grupo de legionarios -entre los que se encontraba su hijo- a que atacaran a la caballería. Los partos, sin embargo, eludían el ataque y se retiraban, atacando con flechas a su vez. Una vez el grupo de legionarios estuvo lejos del grueso del ejército romano, los catafractos cargaron contra ellos, mientras la lluvia de flechas era incesante. Los arqueros contaban con un convoy de camellos, no muy lejos de la batalla, donde iban a repostar las flechas una vez se les agotaban.
Queriendo convertirse en el nuevo Alejandro Magno, Craso conduce a su ejército a la muerte. Hace caso omiso de los consejos de sus aliados, que le advierten del peligro de los partos, y conduce a su ejército a través de una gran llanura en el desierto, donde la sequedad y las altas temperaturas agotaban y desmoralizaban a las siete legiones que Craso traía consigo. Un terreno donde los arqueros a caballo partos podían moverse y maniobrar libremente y azotar con flechas a los romanos.
La Batalla
Cuando los exploradores informaron a Craso de que un ejército de caballería parto estaba cerca, el triunviro dispuso las tropas en cuadro, haciendo caso omiso de lo que decían sus generales, que le aconsejaban que formara a las tropas en una línea alargada, ocupando una mayor parte del terreno, ya que de esa forma no serían rodeados por la caballería. Su temor acabó volviéndose realidad.
Cuando la caballería parta fue divisada, el estruendo de sus tambores y la segadora luz que emitían sus armaduras atemorizaban a los disciplinados legionarios. Aproximadamente 9 mil arqueros montados y mil catafractos (caballería pesada totalmente forrada de armadura que cubría tanto al jinete como a su caballo) se acercaban a las filas romanas, pero se detenían. Los arqueros partos lanzaban andanadas de flechas, una tras otra, mientras renegaban del combate directo.
Marco Licinio Craso, ante la impotencia de ver cómo sus legionarios eran presa fácil del enemigo, envió un grupo de legionarios -entre los que se encontraba su hijo- a que atacaran a la caballería. Los partos, sin embargo, eludían el ataque y se retiraban, atacando con flechas a su vez. Una vez el grupo de legionarios estuvo lejos del grueso del ejército romano, los catafractos cargaron contra ellos, mientras la lluvia de flechas era incesante. Los arqueros contaban con un convoy de camellos, no muy lejos de la batalla, donde iban a repostar las flechas una vez se les agotaban.
La avanzadilla fue masacrada y la cabeza del hijo de Publio expuesta en una de las lanzas partas. Ante esta humillación, lo que quedaba del ejército romano -unos 20 mil soldados- se retiraron a la ciudad de Carrhae, aprovechando la costumbre parta de no luchar durante la noche.
En Carrhae, un guía de la zona se ofreció para guiarles de regreso a Siria, pero les conducía hacia el grueso del ejército parto. Cayo Casio Longino (uno de los futuros asesinos de César), junto con quinientos legionarios, desconfían de este guía infernal y regresan a Siria por su cuenta. Serán los únicos que consigan salvarse. El resto, se encuentra con el ejército parto comandados por el general Surena. Después de una prolongada lucha, Surena consigue engañar a Craso haciéndole creer que va a negociar con él y lo asesina.
La legión perdida
Sólo 10.000 soldados romanos sobrevivieron a la batalla y fueron tomados como prisioneros. Los partos, queriendo aprovechar el potencial militar de los prisioneros, los envían a defender la frontera de su imperio al noreste. A partir de este punto se mezcla la realidad con el mito.
Cuentan las crónicas chinas de la época que, en una campaña de los chinos en territorio huno, durante el asalto de la ciudad de Zhizhi (en la actual Uzbequistán), los defensores de la ciudad usaban una formación en forma de tortuga, similar a la de los romanos. La ciudad fue tomada y los prisioneros fueron enviados a defender una ciudad fronteriza china, en el desierto del Gobi.
Algunas investigadores afirman que es posible que los defensores de la ciudad de los hunos fueran parte de los 10 mil presos romanos en la batalla de Carrhae que, una vez destinados a defender la frontera parta, huyen hacia el noreste y llegan al imperio mongol, donde prestan su servicio militar y luchan contra los chinos, los cuales terminan haciéndolos prisioneros nuevamente.
A pesar de que sólo sean conjeturas, imaginad la destreza y habilidad de las legiones romanas para que, una vez habiendo prestado servicio a Roma, también las usaran los partos, los mongoles y los chinos; hasta tres imperios más se ven beneficiados de la disciplina de los legionarios: de la mejor unidad militar de la Antigüedad.
jueves, 3 de diciembre de 2009
Los almogávares
Desde que descubrí a estos impresionantes guerreros, mi interés por la Historia guerrera de 'España' en la Edad Media no ha dejado de crecer, junto a mi afición por descubrir más sobre estos peculiares personajes, a pesar de la poca información que existe sobre ellos (por eso de ser políticamente incorrectos).
Estos guerreros (anteriormente campesinos catalanes, aragoneses y valencianos) eran saqueadores, sucios, eran vándalos, asesinos... eran unas bestias en el campo de batalla. Entraban en la lucha con una armadura muy ligera y sin escudo, puesto que consideraban que tras el hierro de una armadura y de un escudo se esconde el temor a la muerte, algo de lo que ellos carecían. Sus enemigos incluso llegaban a burlarse de ellos al ver como vestían, tal y como lo cuenta Muntaner en su Crónica, aunque después sus risas terminaban convertidas en llantos de dolor al ser masacrados.
A principios del siglo XIV, el emperador de Bizancio solicita ayuda a los almogávares, famosos ya por sus gestas en Sicilia y en el sur de Italia. Una vez en Bizancio, la compañía de almogávares enviada -de casi 7000 hombres-, comandada por Roger de Flor, venció a todo enemigo que se le cruzó en su camino (tanto genoveses como ejércitos turcos que les triplicaban en número).
Después de tanto jaleo, el emperador bizantino Andrónico II, con el miedo metido en el cuerpo, desconfía de los propios almogávares y, a traición, asesina a los cabecillas de la Compañía Catalana (que así se llamaba la expedición almogávar en Bizancio). Para rematar, el emperador envía a su ejercito a diezmar a los desmoralizados catalanes, pero la confianza pudo con ellos: 26 mil bizantinos fueron derrotados según Muntaner.
Finalmente, la Compañía Catalana, rodeada de enemigos, viaja a Grecia -saqueando todo a su paso- y allí funda el Ducado de Atenas, resistiendo generación tras generación, hasta que el paso de los años hace que se olvide a estos grandiosos guerreros.
Desperta Ferro!
Estos guerreros (anteriormente campesinos catalanes, aragoneses y valencianos) eran saqueadores, sucios, eran vándalos, asesinos... eran unas bestias en el campo de batalla. Entraban en la lucha con una armadura muy ligera y sin escudo, puesto que consideraban que tras el hierro de una armadura y de un escudo se esconde el temor a la muerte, algo de lo que ellos carecían. Sus enemigos incluso llegaban a burlarse de ellos al ver como vestían, tal y como lo cuenta Muntaner en su Crónica, aunque después sus risas terminaban convertidas en llantos de dolor al ser masacrados.
A principios del siglo XIV, el emperador de Bizancio solicita ayuda a los almogávares, famosos ya por sus gestas en Sicilia y en el sur de Italia. Una vez en Bizancio, la compañía de almogávares enviada -de casi 7000 hombres-, comandada por Roger de Flor, venció a todo enemigo que se le cruzó en su camino (tanto genoveses como ejércitos turcos que les triplicaban en número).
Después de tanto jaleo, el emperador bizantino Andrónico II, con el miedo metido en el cuerpo, desconfía de los propios almogávares y, a traición, asesina a los cabecillas de la Compañía Catalana (que así se llamaba la expedición almogávar en Bizancio). Para rematar, el emperador envía a su ejercito a diezmar a los desmoralizados catalanes, pero la confianza pudo con ellos: 26 mil bizantinos fueron derrotados según Muntaner.
Finalmente, la Compañía Catalana, rodeada de enemigos, viaja a Grecia -saqueando todo a su paso- y allí funda el Ducado de Atenas, resistiendo generación tras generación, hasta que el paso de los años hace que se olvide a estos grandiosos guerreros.
Desperta Ferro!
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Falange macedonia vs Legión romana
Voy a empezar con mi primera entrada hablando de lo que en verdad tratará este blog: la historia militar y, en general, de la Historia Antigua. Y como no soy muy asiduo a las presentaciones, voy a ir al grano de este asunto y hablaré sobre un tema que me parece muy interesante desde el punto de vista de lo militar y estratégico en el mundo antiguo.
Es un hecho que las legiones romanas arrasaran con la falange macedonia en batallas como Pidna o Cinoscéfalos, pero, a pesar de esto, no podemos tener estas batallas mencionadas en cuenta, ya que aquí los romanos contaban con el apoyo de elefantes que rompían las férreas líneas de la falange, además de apoyo favorable del terreno rocoso, donde las legiones tenían ventaja. ¿Qué hubiera pasado si estas unidades se encontraran en un campo de batalla en igualdad de condiciones?
Algunos aspectos importantes a tener en cuenta a la hora de un enfrentamiento son: el terreno, el número de tropas, la distribución y colocación de las tropas en el campo, y el general que las dirige (véase cómo Alejandro Magno combina la caballería con la falange, haciendo uso de la estrategia del 'martillo y el yunque' que siempre terminaba en una gran carnicería).
Pero si se enfrentan con el igual número de tropas y en un lugar llano, donde las legiones no tengan terrenos donde poder tomar ventaja y hostigar con arqueros o velites al enemigo, eso posibilitaría a la falange la victoria a pesar de su escasa flexibilidad. Aunque bien es cierto que si los legionarios consiguen atravesar el muro de sarissas (lanzas de una longitud de entre 3 y 7 metros), en un combate cuerpo a cuerpo, la legión está mejor preparada y con un armamento letal contra el que nada pueden hacer los macedonios.
¿Y ustedes qué opinan?
Es un hecho que las legiones romanas arrasaran con la falange macedonia en batallas como Pidna o Cinoscéfalos, pero, a pesar de esto, no podemos tener estas batallas mencionadas en cuenta, ya que aquí los romanos contaban con el apoyo de elefantes que rompían las férreas líneas de la falange, además de apoyo favorable del terreno rocoso, donde las legiones tenían ventaja. ¿Qué hubiera pasado si estas unidades se encontraran en un campo de batalla en igualdad de condiciones?
Algunos aspectos importantes a tener en cuenta a la hora de un enfrentamiento son: el terreno, el número de tropas, la distribución y colocación de las tropas en el campo, y el general que las dirige (véase cómo Alejandro Magno combina la caballería con la falange, haciendo uso de la estrategia del 'martillo y el yunque' que siempre terminaba en una gran carnicería).
Pero si se enfrentan con el igual número de tropas y en un lugar llano, donde las legiones no tengan terrenos donde poder tomar ventaja y hostigar con arqueros o velites al enemigo, eso posibilitaría a la falange la victoria a pesar de su escasa flexibilidad. Aunque bien es cierto que si los legionarios consiguen atravesar el muro de sarissas (lanzas de una longitud de entre 3 y 7 metros), en un combate cuerpo a cuerpo, la legión está mejor preparada y con un armamento letal contra el que nada pueden hacer los macedonios.
¿Y ustedes qué opinan?
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